Ciudad de México, noviembre 21, 2024 16:29
Gerardo Galarza Opinión Revista Digital Octubre 2022

SALDOS Y NOVEDADES / Cuando las hojas caen…

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Pese a su mala prensa, el otoño ha llegado a las canciones populares. Los mexicanos sabemos por la voz de Pedro Infante que “de las lunas/la de octubre es más hermosa/porque en ella se refleja la quietud/de dos almas/que han querido ser dichosas/al arrullo de su plena juventud”.

POR GERARDO GALARZA

De las cuatro estaciones el otoño es la que tiene menos seguidores, menos “likes”, se dice ahora. Nadie le hace fiestas cuando llega y carece del glamour de las otras tres.

Parece la estación de la decadencia del año, cuando se van los amantes, aquellos del verano, y las hojas de árboles caen al suelo, según narraba una balada de los años setenta del siglo pasado. Sin embargo, en la Ciudad de México no hay árboles, como ocurre en países  europeos y en Estados Unidos y Canadá, que la vistan con hojas de colores entre el naranja y el rojo, como lo hacen acá las jacarandas en la primavera. Pero sí, las hojas secas que caen causan un efecto semejante a la tristeza o a la melancolía.

Es probable que el clima sea otro responsable de esa, digamos, mala prensa que tiene esta estación. En otoño no hace el calor del verano ni el frío del invierno y, además, con él se acaban las lluvias.

Apenas se inicia entre el 21 y 22 de septiembre y siete días después, el 29, día de San Miguel Arcángel, caen las primera heladas, que pueden resultar un desastre para los cultivos de la temporada.

En las zonas agrícolas, la tarde y noche del 28 de septiembre se cubrían los jitomatales, por ejemplo, con esteras de carrizo y paja para proteger los plantas (evitar que se “quemaran”) del rocío helado de las frías madrugadas siguientes, que son parte del celebérrimo Cordonazo de San Francisco, las últimas lluvias (furiosas, por cierto) del año, según la tradición meteorológica aprendida y difundida por los viejos de las diversas comarcas mexicanas.

El “cordonazo” es un real fenómeno meteorológico, con el que termina la época anual de lluvias y, según la leyenda, es producido precisamente por el cordón del hábito del santo de Asís, el mismo que convenció al lobo de Gubbio a dejar de devorar corderos y pastores. Según el lugar, se dice que esas lluvias intensas de fines de septiembre y principios de octubre se deben a que san Francisco se viste para su fiesta (el 4 de octubre) y al sacudir su túnica y su cordón se provocan las lluvias o bien que agita el cordón y su nudo para azotar a las nubes. 

Es importante decir que el fenómeno del cordonazo de san Francisco ocurre sólo en los países ubicados en el hemisferio norte, donde precisamente ha iniciado el otoño.

Pero la asociación del otoño con el inicio de la decadencia no sólo es climática. También se trasladaba a la edad de los humanos. Y en ello tuvieron responsabilidad los periódicos, en sus secciones policiacas y de espectáculos, principalmente.

El cordonazo es un real fenómeno meteorológico, con el que termina la época anual de lluvias y, según la leyenda, es producido precisamente por el cordón del hábito del santo de Asís, el mismo que convenció al lobo de Gubbio a dejar de devorar corderos y pastores.

Antes de la llegada de la corrección política y de la redes sociales a las mujeres mayores de 50 años y menores tal vez de 70, se les describía como “otoñales”. Era un recurso de la nota roja para “describir” a una victimaria o a una víctima, principalmente de homicidio, para no tener que repetir su edad y darle color a la nota, sobre todo cuando aquellas mujeres eran consideradas guapas o, por extraña razón, si eran rubias o tenían el pelo teñido de ese color o a esa edad usaban tacones de aguja y así… Y entonces el párrafo correspondiente iniciaba con “La otoñal mujer…”

El machismo imperante obligaba a que el término otoñal aplicado a los hombres fuese más benévolo. Generalmente se utilizaba para describir a actores de ese mismo rango de edad. Para diferenciarlos de los conocidos como “rabos verdes”, se definía como “galán otoñal” a quienes se distinguían por sus conquistas amorosas ya fuera en la ficción de las películas o en la vida real. Un ejemplo de “galán otoñal” fue Mauricio Garcés habitante, por cierto, de la colonia del Valle.

O todos aquellos que como al tío Alberto, de Serrat, cerca del final del camino les esperó una piel dulce que hizo del otoño primavera.

Octubre es el mes emblemático del otoño como abril lo es de la primavera; julio y agosto del verano, y diciembre y enero del invierno, para quienes vivimos -hay que decirlo otra vez- en el hemisferio norte de la Tierra.

Pese a su mala prensa, el otoño ha llegado a las canciones populares. Los mexicanos sabemos por la voz de Pedro Infante que “de las lunas/la de octubre es más hermosa/porque en ella se refleja la quietud/de dos almas/que han querido ser dichosas/al arrullo de su plena juventud”. La letra de la canción es de José Antonio Michel, parte del trío de Los Hermanos Michel.

Y sí, a simple vista de todas las lunas las de octubre son las más hermosas, pero los científicos dicen, con otras palabras claro está, que esa belleza es una simple ilusión óptica, provocada por la inclinación de la Tierra respecto al Sol o algo así. En todo caso, son ganas de joder dirán los románticos que a la largo de la existencia humana han tenido como una de sus fuentes de inspiración a la Luna, que este año mostrará su mayor esplendor el 16 de octubre.

Aquí en México, quizás el sabor de nostalgia del otoño también sea causado porque la mayor celebración religiosa y popular de la estación que es el Día de Muertos, el 2 de noviembre, a la mitad de su periodo. Pareciera que esa fiesta es el anuncio del arribo del invierno, que promete mayores festejos gozosos que su predecesor.

Como leen, la luna de octubre y la nostalgia del otoño provocan cursilería, pero, bueno, ahora es más fácil cambiar el otoño por la primavera. Es sencillo: tome el primer avión disponible y vaya usted a cualquier país del hemisferio sur, sobre todo los latinoamericanos. Dicen que la primavera se disfruta mucho en octubre y noviembre en Buenos Aires.

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