Ciudad de México, noviembre 14, 2024 16:13
Dar la Vuelta

DAR LA VUELTA / Hundirse en el parque

En el Parque Hundido, curiosamente –si bien puede suceder en cualquier parque– se dejan pensamientos, ilusiones, alegrías, conciencia plena, distracciones e ideotas mientras por ahí se transita.

POR ANA CECILIA TERRAZAS

En los parques la vida se detiene. Todas las personas lo saben, es casi una verdad de Perogrullo. Los árboles se engalanan, el viento se hace presente, las infancias y los globos logran liberarse; a la gente hasta le dan ganas de correr, moverse, estirarse o caminar en un parque, lo que no ocurre, necesariamente, en otros contextos.

Los parques, para las personas que vivimos en la ciudad, son una pausa que, además, nos regresa a nuestra niñez. Los parques tienen juegos, colores, aire y esa techumbre que iguala: el cielo.

Salir al parque lo más que se pueda, puede parecer una lata, pero es un privilegio. Y tener un parque cercano, también lo es, desde luego.

En el Parque Hundido, curiosamente –sin bien puede suceder en cualquier parque– se dejan pensamientos, ilusiones, alegrías, conciencia plena, distracciones e ideotas mientras por ahí se transita. Una recorre el parque pensando que ahí se pueden depositar, “por estar hundido”, las ideas que no deben volver a salir a flote por su falta de sanidad. En esta zona recreativa, digamos, se pueden promover reflexiones para ser dejadas ahí y que las retire posteriormente algún viento y se mezclen entra las hojas que caen en otoño. Dejarlas ahí, hundidas pues, para que se transformen y expresen de otra manera. Aquí, para ser más puntuales, una breve monografía de este parque:

El Parque Hundido está sobre la avenida Insurgentes y a la altura de la Colonia del Valle; tiene una extensión aproximada de 100 mil metros cuadrados; lleno de árboles, juegos infantiles, gimnasio al aire libre, fuentes, gran zona para perros, pista para corredores, un reloj floral, estatuas, esculturas prehispánicas y un audiorama. Su nombre oficial es Parque Luis G. Urbina, en memoria del poeta romántico.

Como su nombre lo indica, el parque está a varios metros por debajo de la calle ya que se levantó sobre lo que fue la Compañía Ladrillera de la Nochebuena que, cuando cerró, dejó un gran terreno con un fuerte hundimiento. El parque se creó después cuando, en 1930 se ampliara y embelleciera esa sección de la avenida de los Insurgentes. Para 1970 ya se habían colocado en el parque algunas reproducciones de hallazgos arqueológicos y, posteriormente, en el lugar se montó un audiorama, con cupo para cerca de 150 personas, en donde se podría escuchar música clásica y poesía.

El reloj floral, al centro, cuya cara da hacia la avenida de los Insurgentes, es originario de Puebla y cuenta con un carrillón musical que da las campanadas cada hora y cada media hora e interpreta diversas melodías. Las calles a los costados del Parque Hundido son Porfirio Díaz y la Cerrada de Millet. La propuesta concreta de esta columna es, venir a dar la vuelta al Parque Hundido, reposar algunas ideas o pensamientos ahí y, algunos minutos después, subir de regreso a la superficie, salir caminando de regreso, más contentos, algo renovados.

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