Ciudad de México, noviembre 24, 2024 21:42
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El genio ingenuo

Desde que el español Joaquín Sabina era más joven, los comunistas lo acusaban de anarquista y los anarquistas de comunista. En medio de las protestas por el histórico Proceso de Burgos contra miembros de la ETA vasca, a principios de los setenta, Sabina puso una bomba molotov en un banco, lo que le valió la persecución policíaca que concluyó con su exilio en Londres. A su regreso a España, tras la caída del dictador Francisco Franco, no volvió a simpatizar con la ETA y se volvió compositor de canciones. Más tarde al presidente socialista Felipe González le recriminó la entrada de España a la OTAN (“Si me vuelve a pedir el voto vomitaré en las urnas”, espetó); y se replegó entonces con la Izquierda Unida. Cuando se le preguntó que si prefería a Felipe González o a Fidel Castro, el cantautor respondió sin chistar: “Por mí que se vayan los dos”. ¿Por qué ciertos “líderes de opinión” no reprocharon entonces al autor de “¿Quién me ha robado el mes de abril?” su “incongruencia” cuando anunció, en conferencia reciente ante periodistas mexicanos, que no firmaría “nada contra Cuba” mientras permanezca la base naval de Guantánamo y el bloqueo económico norteamericano contra la isla? Tampoco les “brincó” que en nueva contradicción con la anterior dijera, en alusión al nombre del disco y la gira “Vinagre y Rosas”, que daría el ramo de rosas a Obama y el vinagre a Berlusconi. Pero en cambio encantó que lanzara la puntada de que el presidente Felipe Calderón había sido ingenuo al creer que le ganaría al narcotráfico por la vía militar. Esa declaración, magnificada tanto por los medios como por el propio presidente Felipe Calderón, se convertiría a los pocos días en “decepción”, cuando Sabina acudió el lunes 19 de abril a comer con el Presidente a Los Pinos. Bebieron vino y tequila y cantaron a José Alfredo Jiménez. Al salir, “el genio de Úbeda” –nombrado así por la región andaluza en que nació—, dijo a los reporteros: “El ingenuo era yo”. Aclaró sin embargo que tanto Calderón como él mantenían su opinión anterior, es decir que uno no convenció al otro. Y ni que se tratara de eso. Más aún así de inmediato algunos comentarios en la radio dejaron ver que “el ingenuo era yo” de Sabina había caído como balde de agua fría entre esos informadores-opinadores. No será el “calavera” quien llame a los bomberos –por usar su poesía— si sus flamantes críticos mexicanos no entienden lo que ya les había advertido: “Soy un simple ciudadano que lee periódicos”. No es sólo eso, por supuesto. Se trata de quien en el 2009 vendió más discos en España que ninguno otro. Pero al creador de la frase “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió” no le gusta eso de que el artista la haga de líder político, como se lo ha señalado a Manú Chao. Y sin embargo se le bombardeó con preguntas políticas como para que respondiera con “mentiras piadosas” en un país en que parecen gustar las declaraciones tronantes de artistas extranjeros. Ahora Sabina soltará la carcajada con los dedos enmarañados con que sostiene un cigarro frente a su boca, como cuando provocó las reacciones de la clase intelectual española porque invitó a comer a su casa a los príncipes de Asturias, o como lo hace todo el tiempo en sus conciertos al ponerse los bombines que para los radicales del país ibérico son íconos de la época de Franco. En todo caso, el genio de Úbeda no es incongruente, porque siempre ha advertido de esas contradicciones y de sus provocaciones… también de su ingenuidad. Sí es cierto que “Corre dijo la tortuga” nunca la toca en sus conciertos, pero es una de sus canciones favoritas. Recuérdese “tan joven y tan viejo like a rolling stone” al que sigue cantando “Calle melancolía” mientras no quiere quedarse “colgado en calle melancolía”. ¿O qué ya tan rápido se les olvidó a sus inquisidores –hasta hace unos días sus admiradores— eso de que “la verdad es un cabo suelto de la mentira”?

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Cubilete

Con apoyo de diputados locales, en el Centro Urbano Presidente Alemán han iniciado campañas médicas para cubrir requerimientos de salud, sobre todo de adultos mayores, a la vez que allegarse recursos para el mantenimiento de las áreas comunes. Lo más alentador de ello es que se anuncia el rescate del mural “La primavera”, que José Clemente Orozco, uno de “los tres grandes” de la Escuela Mexicana de Pintura, dejó inconcluso al morir. La imagen se desvanece a lo largo de los años como una foto sin suficiente fijador. Apenas es tiempo de darle su valor a la obra, ya que ni el Instituto Nacional de Bellas Artes la tiene registrada en su catálogo a pesar de que todo el legado de Orozco es considerado patrimonio de la nación.

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Se van las jacarandas. ¿Quién roba el mes de abril?

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