Ciudad de México, abril 19, 2024 12:54
Opinión Dinorah Pizano Osorio

JUVENTUD COMO SISTEMA / Educación: adapatar, escalar, alacanzar

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

POR DINORAH PIZANO OSORIO

La humanidad logró sortear casi una quinta parte del siglo XXI. Tenemos frente a nosotros cambios que la cotidianidad nos hace tomar como consecuencias lógicas del desarrollo, no obstante en perspectiva de otras innovaciones quede en evidencia la velocidad de tránsito en la cual el hombre está inmerso.

Primero el panorama global. Por ejemplo, el teléfono fijo tardó cerca de 75 años en llegar a 100 millones de usuarios. A la red social Facebook le tomó 14 años rebasar los 2 mil millones de personas conectadas. Dos décadas atrás Amazon vendía libros y discos compactos por internet, hoy es de las tres empresas más valiosas del mundo, “la fisonomía de las ciudades va a cambiar por el monopolio de Amazon y que van a desaparecer las librerías y es algo en lo que ni han pensado. Hay una enorme ignorancia sobre el cambio más crucial que está sucediendo”. Es Ranga Yogeshwar, astrofísico de origen indio quien propugna por someter a discusión una sociedad del “nosotros” a partir de los grandes cambios a nivel mundial.

Foto: Especial

 

Respecto al nivel local, México, tomemos algunos indicadores para advertir que la brecha entre la existencia de tecnología y su aprovechamiento corre el riesgo de ensancharse para quienes poseen menor número de capacidades y habilidades. Es preciso reflexionar acerca de la posibilidad que ofrecen los entornos digitales para la libre asociación de personas, la circulación de ideas, los procesos colectivos, y qué tanto estamos cerca de utilizar las herramientas en favor de las mayorías.

En nuestro país cerca de 25 millones de mexicanos de entre tres y 30 años de edad no asisten a la escuela (ENH, Inegi). Dicha cifra corresponde al 41.7 por ciento de dicho grupo poblacional. Por otra parte, 72.2 por ciento de los mexicanos mayores de seis años utiliza un celular y de ellos, ocho de cada diez cuenta con un smartphone (ENDUTIH, Inegi).

Al pasar más tiempo frente a la pantalla de un teléfono que en una aula o centro de enseñanza, ¿cómo se conforman las causas, valores y lenguaje de la sociedad del futuro?, ¿qué hacer ante la pugna por captar atención de consumidores y diluir la discusión de ideas?, ¿en función de qué las grandes industrias de entretenimiento vía internet generan contenidos? Para amplias franjas de mexicanos los cambios suceden, toman forma, pero son imposibles de protagonizar.

Es por ello que la educación aparece como la gran inversión, la bitácora de viaje a nutrir con nuevas prácticas, diferentes a las observadas hasta ahora. 25 millones sin contacto con cualquier proceso educativo es un riesgo para cualquier país, máxime uno con los niveles de violencia alcanzados en México. La historia demuestra que las inspiraciones unipersonales y razonar las modificaciones de fondo como producto de designios divinos rinde pocos dividendos. Innovar las prácticas podría dar un nuevo brío y empuje a cohesionar las sociedades que confluyen en este territorio.

Como parte final de esta primera entrega, enfatizo la necesidad de escalar para alcanzar. Es decir, los déficit educativos manifiestos en millones de compatriotas requieren incrementar la velocidad para incluirlos en la discusión de carácter público que coloque las bases para la sociedad del futuro. Es similar a los procesos contracíclicos de la economía, para salir del bache se plantean procesos a escala, que vayan más rápido que los de países desarrollados.

En “El extraño orden de las cosas”, el neurólogo Antonio Damasio lo explica de la siguiente manera: “Las sociedades humanas se hallan fragmentadas en función de una serie de factores como la alfabetización, el nivel de educación, el civismo […]. Dadas esas circunstancias, es cada vez más difícil animar al público a que promueva y defienda un conjunto de valores, derechos y obligaciones innegociables para sus ciudadanos. […] el público carece generalmente del tiempo y la capacidad para convertir esa ingente cantidad de información en conclusiones sensatas con utilidad práctica. Además, las compañías que gestionan la distribución de la información no ayudan demasiado: el flujo de información es dirigido por algoritmos de las compañías que, a su vez, sesgan la presentación de la información para que se ajuste a sus variados intereses financieros, políticos y sociales […].

 

 

 

 

 

 

 

 

Compartir

comentarios

Artículos relacionadas