Ciudad de México, mayo 6, 2024 09:10
Francisco Ortiz Pinchetti Opinión

POR LA LIBRE/ El Alcón, sin hache

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En ese entonces existían todavía  algunas construcciones de adobe, de las cuales hoy sólo sobrevive una: la que está situada en la esquina de Millet y Manzanas, que fue originalmente la escuelita del pueblo…”

POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI

Cuando llegué a vivir a San Lorenzo Xochimanca, hace casi 40 años, todavía existían en la localidad muchas de las casas del viejo barrio, algunas edificadas a principios del siglo 20. También había sobre la calle Magnolias varias residencias pertenecientes a la familia Araiza, seguramente de mediados del siglo pasado.

El centro del viejo barrio era como ahora el parque que lleva el nombre de San Lorenzo Mártir, en honor al santo que se venera en la capilla franciscana erigida a finales del siglo 16, ubicada en la esquina noroeste del mencionado jardín. Se trata de una joya arquitectónica e histórica catalogada como Monumento por el INAH desde 1931.

A principios de los ochentas  había en realidad dos parques, pues estaban divididos por la calle Tejocotes que entonces estaba abierta a la circulación vehicular. Uno de ellos, donde está la capilla, había sido cementerio durante más de dos siglos, hasta que Ernesto P. Uruchurtu, que fue jefe del Departamento del Distrito Federal durante 14 años, entre 1952 y 1966,  dispuso la clausura del camposanto y el traslado de los restos a otro lugar. En la otra parte  del parque actual existieron tiempo atrás varias ladrilleras y luego fue ocupado por paracaidistas que acabaron por formar ahí una ciudad perdida, que también fue desalojada en tiempos del Regente de Hierro y llevados sus habitantes a una unidad habitacional popular en Santa Cruz Meyehualco.  

Cuando yo llegue por esos rumbos a la actual colonia Tlacoquemécatl Del Valle, que así se llama ahora, existían todavía  algunas construcciones de adobe, de las cuales hoy sólo sobrevive una: la que está situada en la esquina de Millet y Manzanas, que fue originalmente la escuelita del pueblo. A lo largo de estos años esa casa de una planta ha sido ocupada por cafeterías, pastelerías y restaurantes de muy diversa especialidad. Actualmente es ocupada por una ampliación del Sushi Roll que está sobre Insurgentes Sur.

Otra de esas casas de adobe estaba en el lado contrario, sobre la calle de Fresas en su confluencia con Magnolias. Ahí había una pequeña tienda de abarrotes en la que cada día había menos mercancía y que acabó por  extinguirse sin remedio. Se llamaba El Alcón. Así, sin hache. Siempre me llamó la atención tan singular nombre. Todavía recuerdo que, en sus días de agonía, entre sus pocos artículos había algunos refrescos embotellados, cerveza, pan blanco y aquellos “combustibles” que se usaban para alimentar los viejos bóilers, que eran unas bolsas de papel bien rellenas de viruta de madera impregnada de petróleo.

El Alcón sin hache estaba en la misma cuadra en que se ubica la muy hermosa iglesia de Santa Mónica, que la orden de los frailes Agustinos Recoletos hizo construir en 1962.  Su edificación estuvo a cargo de los arquitectos Fernando López y Carlos Ríos con la asesoría de Félix Candela, célebre arquitecto. Destaca su estructura semicircular con cinco “gajos” terminados en dos aguas que tienen como pared vitrales que ilustran diferentes temas bíblicos. Los diferentes gajos del techo fungen como tragaluz y convergen en el altar central que sostiene a un Cristo crucificado.

En ese entonces empezaban apenas a surgir los grandes edificios en condominio que hoy han cambiado totalmente la fisonomía del barrio y del parque en particular, hoy literalmente “encerrado” en un cuadrángulo formado por altos edificios de hasta seis, siete niveles. También se levantó una torre de 20 pisos en el terreno que ocupó la emblemática hamburguesería Tom Boy, en la pequeña manzana formada entre Insurgentes, Millet, Manzanas y Magnolias, no obstante que se violaba la ley al afectar la proporción de un monumento colonial catalogado, como es la capilla de San Lorenzo Mártir.  De hecho, El Alcón sin hache acabó aprisionado entre dos altas construcciones, como se observa en la fotografía, antes de ser demolido.

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