Ciudad de México, abril 18, 2024 12:55
Opinión Arantxa Colchero

Veracruz hasta las lágrimas

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Da la sensación de que la gente en Veracruz es más ligera, más desenfadada y más directa, quizá por la afortunada mezcla histórica de razas y culturas.  

POR ARANTXA COLCHERO

Veracruz me dejó con un muy buen sabor de boca. Los lugares a los que  fuimos no son perfectos, pero tienen mucho encanto y partes muy bellas. El camino en carretera es muy disfrutable, todo es muy verde. Encuentras en el recorrido árboles de todos tipos, puentes con ríos extensos de ambos lados, túneles de árboles, planicies con montañas dibujadas a lo lejos, hasta el pico de Orizaba nevado en su punta.

Otra característica que sorprende es la amabilidad, frescura y flexibilidad de la gente, en general. Con facilidad y sin cuestionar pueden cambiarte un platillo, el cuarto de hotel o cualquier cosa que no cumpla con lo esperado o lo descrito. Da la sensación de que la gente en Veracruz es más ligera, más desenfadada y más directa, quizá por la afortunada mezcla histórica de razas y culturas.  

En Tuxpan, el río y el malecón que lo acompaña a todo lo largo le da un toque muy especial a la ciudad, aunque el centro no sea propiamente bonito. En algunas playas de Costa Esmeralda donde no hay mesas y puestos de todos los colores, que rompen con la estética del lugar, se puede disfrutar de una tranquilidad y un paisaje inigualable, de un mar que se percibe infinito.

El puerto de Veracruz está lleno de vida, historia, cultura y tradiciones. Me sorprendió ver cómo ha mejorado el centro desde la última vez que fui. Han remodelado varios edificios y el cuadro central que incluye la catedral, el palacio de gobierno, hoteles, restaurantes y cafés, se ve precioso. Lamentablemente, en otras calles de la ciudad parece ser un reto mantener edificios antiguos en buen estado, varios están abandonados o en malas condiciones, ojalá los rescaten.

Tuvimos una enorme suerte de presenciar en el zócalo “una tarde de danzón” en el que varias parejas bailan los sábados por la tarde acompañados por un grupo de músicos, todos muy elegantes y entusiastas de preservar la tradición. Contrastaba mucho con las pequeñas bandas, varias norteñas, que normalmente ofrecen piezas a los clientes de cafés y bares y que rompen con la tradición y el buen gusto.

El puerto tiene un especial significado para mí. Ahí llegaron desde Francia mis abuelos y mis padres como refugiados españoles. Mi padre llegó en 1942 desde Marsella, la historia es singular porque un submarino alemán venía escondido debajo del barco. El capitán prometió no revelar su presencia para que la tripulación sobreviviera. Afortunadamente, logró llamar con suficiente discreción la atención de aviones de la resistencia que lograron derribar al submarino. Mi madre llegó más tarde, en 1948, desde el norte de Francia. Viajaron en barco hasta Nueva York y en tren hasta el puerto. Me conmovió hasta las lágrimas intentar imaginar su llegada, seguramente llena de agradecimiento a México, pero también de emociones encontradas por haber tenido que dejar su patria y encontrarse con un lugar tan diferente donde debían buscar la forma de hacer su vida. Por lo menos en el corto plazo, aunque la mayoría se quedó por más tiempo del que pensaron.

A pesar de ser el cuarto estado más pobre del país, Veracruz tiene una particular riqueza humana, histórica, cultural y de biodiversidad. Se beneficiaría tanto de recursos y buenos gobiernos que impulsaran su desarrollo y redujeran una desigualdad que persiste por años.

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