La inmunización política
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¿Y ahora qué sigue? ¿Cómo aliento a mi madre a mantener viva la esperanza de que algún día la familia volverá a estar junta?
POR REBECA CASTRO VILLALOBOS
A casi un año que aceptaron e inicié a colaborar en tan atinado y prestigiado portal, no he abordado temas que por mi formación periodística y como ex reportera, principalmente de temas políticos y sociales, podría bien cuestionar en el quehacer del gobierno. Cierto, no lo he hecho, hasta ahora…
Por estar alejada del quehacer en medios de comunicación, y actualmente en proceso de pensionarme, en Guanajuato, desconozco qué autoridad Estatal (emanada del PAN) o Federal ( de ya saben quien) sea responsable de los programas de inmunización.
Lo que me causa impotencia y gran tristeza es que mi madre, viuda de ochenta y
nueve años, con problemas para movilizarse y esperanzada a que con la aplicación de la vacuna volvería a ser visitada por gran parte de la familia, se quedó el pasado fin de semana “vestida y alborotada”;, como coloquialmente se dice, por los denominados Siervos de la Nación.
Hace una semana, el jueves 18 de marzo, se anunció con bombo y platillo que
finalmente al terruño (Guanajuato capital) llegarían las vacunas anticovid para adultos mayores, después de que es uno de los tantos municipios importantes de la entidad, como también León e Irapuato, que fueron y están hasta el momento todavía reelegados.
Según información recabada, al estado de Guanajuato arribaron un total de 41 mil 925 vacunas de la marca Pfizer, con lo cual el viernes 19 dió inicio el proceso de inmunización aquí en el terruño, como en los municipios de Apaseo el Alto y San Miguel Allende. Dentro de ese lote se destinaron, a según, 10 mil 725 dosis para personal de salud que recibirían la segunda aplicación. Con dicha entrega, las autoridades se jactaron que ya 26 de los 46 municipios de estado han recibido la dotación de la vacuna.
No había pasado ni una hora de que los encargados tanto del Municipio, del Estado como de la Federación, dieran a conocer los lugares donde se instalarían los campamentos de vacunación, cuando iniciaron a formarse largas filas afuera de cada puesto sede, para apartar uno o varios lugares, a sabiendas que serían más de 12 horas que estarían en espera del arranque del proceso.
Por mi parte, empecé a ;bombardear de información a mis hermanos y hermana que habitan en el pueblo, candidatos a recibir la vacuna, pero también para que en sus planes se priorizara y tomara en cuenta a mi madre.
Rebeca, como a veces la llamo de cariño por ser mi tocaya, desde que se dio a
conocer el programa de vacunación en todo el país, fue de las personas que con más gusto y alegría recibió la noticia. La inmunización para ella, como a muchos, le representaría el poder ver nuevamente a sus hijos que durante la pandemia, como medida de prevención y por los diferentes quehaceres a los que se dedican se han alejado, dejándola sola incluso en su cumpleaños, Navidad y Año Nuevo.
Si bien recuerdo, fue en febrero cuando se habilitó ese mentado sistema de registro por parte de la Secretaría del Bienestar, para personas que deseaban recibir la dosis. Después de la calamidad durante días de no poder ingresar y apuntar a mi madre, una querida amiga que vive en la ciudad de México, lo hizo exitosamente, pasando puntualmente los datos del proceso.
A según se había dicho, las personas que se incluyeron en ese padrón recibirían una llamada para saber su situación y si requerían que la atención fuera a domicilio, toda vez de informarles en otra segunda llamada el día y la hora en que acudirían. Ni una ni otra llamada recibió mi mamá, así como tampoco el otro contacto telefónico que se anotó en el registro.
Fue en enero de este año, cuando inicio la vacunación al personal de primera línea de batalla contra el virus pertenecientes al sector salud del estado de Guanajuato, “sosteniendo su liderazgo en cuanto a cobertura de inmunización nacional”, se leía en el texto del boletín de la Secretaría correspondiente. Y aquí vale aclarar que primero se llevo a efecto en hospitales públicos, dejando a un lado a los nosocomios privados y demás cuerpos de emergencia. Entre los que se quedaron sin la inmunización se encuentra mi sobrino Daniel, quien le tocó en plena pandemia hacer su servicio social en un consultorio en Yuriria, mismo que no se vio exento de tener que tratar con el contagio.
Para febrero, precisamente un Día de Amor y la Amistad, llegaron las vacunas
parar los adultos de más de sesenta años, fabricadas en la India, de Astra Zeneca, destinadas coincidentemente a nueve municipios de la entidad, en su mayoría alejados e intransitables, con poca densidad poblacional, pero hasta donde personas que no eran originarias acudieron para inmunizarse. Incluso por su cercanía se supo que había hasta del vecino estado de Querétaro.
Ya en el terruño, la vacunación sería de viernes, sábado y domingo, de 8 de la
mañana a 8 de la tarde. Sabedores que por la edad y sus problemas de salud, mi
madre que con trabajos camina, no soportaría estar en la fila, se buscó la opción conla delegación de la Secretaría del Bienestar que acudieran a vacunarla en casa, lo que se acordó se haría el sábado al mediodía, lo cual sin embargo no sucedió, pese a que se recibió llamada de la mentada dependencia asegurando que acudirían más tarde, mientras los que eran aspirantes a vacunarse de la familia lo hicieron como pudieron.
Por la tarde/noche, aproximadamente entre las seis y siete vía redes sociales,
Municipio, Estado y Federación, notifican: “Termina la vacunacion para adultos
mayores en la capital”. precisando incluso que siete mil dosis se aplicaron el viernes y cuatro mil 300 en el transcurso del sábado. Agregan además que el domingo ya no habrá inmunización.
Tal noticia causó lógicamente el descontento de muchos capitalinos, de los cuales todavía formados les informaron que ya no había vacunas por aplicar, achacando del hecho a la Federación
A ciencia cierta sólo sé que todos tienen responsabilidad en este proceso, aunque por parte del delegado de la Secretaría de Bienestar se afirmó que el domingo se aplicaría la dosis a ciudadanos registrados en sus domicilios, por parte de los servidores de la nación.
Lamentablemente en el caso de mi madre, no ocurrió así. Los “;correcaminos” jamás aparecieron…. Además de levantar mi más enérgica queja ante las autoridades estatales y federales, ahora sólo me resta preguntar: ¿Y ahora qué sigue? ¿Cómo aliento a mi madre a mantener viva la esperanza de que algún día la familia volverá a estar junta?