Ciudad de México, noviembre 21, 2024 18:12
Opinión Francisco Ortiz Pinchetti Revista Digital Febrero 2022

POR LA LIBRE / Pura nostalgia

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI

Aunque muchos nos consideran unos carcamanes necios y estorbosos, enemigos de la modernidad, la verdad es que mucho de lo que se ha perdido pudo conservarse, de manera que nuestro entorno guardara esos sitios emblemáticos.

Quedamos todavía viejos nostálgicos que quisiéramos que nada cambie en nuestro barrio ni en nuestra ciudad. Como que tratamos de conservar para siempre cada esquina, cada casa, cada espacio urbano, tal cual. Y que añoramos aquello que ya se perdió, sea por el inevitable desarrollo inmobiliario, sea por los abusos de los constructores, sea por la indolencia –cuando no la complicidad– de las autoridades, sea porque la vida tiene que seguir. Así de simple.

Aunque muchos nos consideran unos carcamanes necios y estorbosos, enemigos de la modernidad, la verdad es que mucho de lo que se ha perdido pudo conservarse, de manera que nuestro entorno guardara esos sitios emblemáticos que le daban un carácter particular, único. Eso es algo invaluable. E irrecuperable, cuando no se valoró a tiempo.

Pongo como ejemplo el viejo barrio de San Lorenzo Xochimanca, hoy colonia Tlacoquemécatl del Valle, en la alcaldía Benito Juárez, que conozco al dedillo. Es de hecho uno de los pueblos originarios que subsisten en esa demarcación capitalina. Su centro espiritual e histórico es la capilla franciscana de San Lorenzo Mártir, construida a fines del siglo XVI.  Es, junto con la parroquia de Santo Domingo de Guzmán, en Mixcoac, y la iglesia de la Santa Cruz, en Santa Cruz Atoyac, una de las primeras edificaciones religiosas de la Colonia. Un templo pequeño, sencillo, sobrio, con su torre de ladrillo, ubicado en lo que hoy es el Parque San Lorenzo. 

En torno a ese jardín, donde hubo un panteón hasta la década de los sesentas del siglo pasado, había casas y pequeños edificios sesentones, así como una construcción muy anterior, de adobe, que era la escuelita del pueblo. Actualmente sigue prodigiosamente en pié ese inmueble de una planta, convertido en restaurante de sushi. Las casas de los alrededores del parque fueron desapareciendo poco a poco, al tiempo que en su lugar –predios de gran tamaño—se fueron levantando modernas edificios de departamentos en  condominio. Hoy es una colonia popis, moderna y funcional, a plusvalía y sin duda hermosa; pero a algunos nos duele la pérdida de aquellos vestigios del pasado que caracterizaban al vecindario.

Otro caso es el del viejo Mixcoac. Al menos una treintena de casas que merecían conservarse por su valor histórico y arquitectónico, varias de ellas catalogadas por el INBA, sucumbieron ante el embate mercantilista. Se perdieron verdaderas joyas, varias de ellas del estilo Colonial Californiano que por cierto en la colonia Nápoles ha sido víctima de un homicidio urbano.  Y ni modo, dicen unos. Otros ni siquiera tienen consciencia de la pérdida y viven encantados en departamentos de lujo en edificios que hoy ocupan esos terrenos.

Lo mismo ocurre con otro tipo de lugares. Como los parques. No dudo que muchos quisieran que hubiera una sucursal de McDonald’s en lugar del emblemático Reloj Floral del Parque Hundido, por ejemplo, construido en 1971 en la fábrica El Centenario, de Zacatlán, Puebla. O que de plano, esa gran extensión de diez hectáreas se “aprovechara” en la construcción de un gran desarrollo inmobiliario de lujo. Imagínese: en pleno Insurgentes Sur. O que el Parque de Los Venados, sobre División del Norte, se convirtiera en un  Six Flags, una pequeño Disneylandia…

También echamos de menos el Cine Manacar, donde hoy se levanta una imponente torre corporativa. O el Moderno, de la colonia Del Valle, cerca por cierto de la que fue glorieta de Mariscal Sucre, hoy convertida en un complejo vial. Ahí surgió el grito de “cácaro” para reclamarle al proyectista sus fallas. Y ahí era centro de reunión de la pandilla del inolvidable Chespirito. Puros recuerdos ya.

A lo largo de las cuatro décadas que llevo de vivir en Benito Juárez he visto la espectacular transformación de una de las zonas de mayor desarrollo urbano y humano de la ciudad. Modernos edificios, vialidades, medios de comunicación, grandes centros comerciales. Un orgullo y un privilegio, sin duda; pero también hemos sido testigos de la desaparición paulatina de lugares –casas, restaurantes, monumentos, comercios, barrios enteros—que daban personalidad a nuestras colonias.  

La vida tiene que seguir, sí.  Los nostálgicos lo aceptamos; pero seguimos y seguiremos defendiendo la conservación de los lugares que son verdaderos íconos urbanos, parte de la vida y la historia de una comunidad. Válgame.       

Compartir

comentarios

Artículos relacionadas