Ciudad de México, abril 23, 2024 04:46
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Cumplen vecinos desalojados de la colonia Alemán cinco meses en la calle; esperan créditos para vivienda

Los vecinos de la colonia Miguel Alemán que fueron desalojados hace cinco meses de la casa que habitaron hasta por 60 años, no ven para cuando obtendrán el crédito que se les ofreció desde el gobierrno federal; mientras tanto, se han ido adaptando para sobrellevar la vida en la calle, armando “departamentos” con estructuras de madera e implementando incluso una tina para bañarse.

En este lapso las cosas han cambiado: murió doña Emilia Nájera, de 82 años de edad, y su hermano Mario se lo acredita a que sus achaques aumentaron a partir de esa vida tan expuesta a las inclemencias del tiempo. Otros se han ido, y de los alrededor de 50 vecinos que fueron echados a la calle, hoy resisten 27. Pero Mario Nájera, dedicado hace décadas al negocio de las mudanzas, no está dispuesto a marcharse sin dar la pelea por recuperar lo que considera suyo.

El pasado dos de febrero Libre en el Sur publicó que los vecinos desalojados son herederos de una familia que llegó al lugar en los años cuarenta. “Mi padre pudo comprar el terreno con mucho sacrificio”, contó Mario Nájera. En total fueron desalojadas 13 familias del inmueble que habitaban en la calle de Ahorro Postal 89, esquina con Logroño, de poco más de 300 metros cuadrados.

“Es que no entiendo, hay muchas anomalías en esto”, insiste Nájera, dijo entonces el vecino con impotencia, hoy convertido en el líder moral de esa resistencia vecinal. El asunto empezó por una deuda de 58 mil pesos contraída por sus hermanas Emilia y Rosa en 1993, lo que llevó a que Mario López Escalona las demandara y finalmente se quedara con la propiedad, aunque ellas aseguran que pagaron a tiempo. Alejandro Peña, abogado del diputado local Federico Manzo, tomó el caso. “Lamentablemente nos avisaron muy tarde; ya no podíamos hacer nada”. Mario López Escalona alegó la falta del pago de la deuda… y ganó la propiedad, puesta como garantía. El asesor legal explica que las hermanas sí fueron notificadas de haber perdido el juicio, cosa de la que no se enteraron el resto de los moradores.

“Es que no nos dijeron nada, no nos enseñaron nada ni nos dejaron ningún documento”, contó por su parte María Guadalupe Solares, encargada de las gestiones legales de esa pequeña comunidad sin casa. “De repente llegaron y empezaron a aventar nuestras cosas. Eran civiles, los granaderos se quedaron allá enfrente”.

El 22 de enero pasado Guadalupe entregó en Los Pinos una carta para el presidente Felipe Calderón, firmada por 21 de los afectados que tienen entre 21 y 78 años de edad. Ahí le cuentan que fueron desalojados “de forma violenta, no respetando a adultos mayores enfermos, mujeres jefas de familia y niños, rompiendo cerraduras, muros con mazos, agarrando todo y aventándolo a la calle”. Le aseguran que “los pocos muebles que teníamos fueron destruídos en su mayoría” y “fuimos objeto de robo por los que nos lanzaron, no importándoles nuestra situación económica”. Los vecinos dijeron al Presidente que “somos mujeres trabajadoras, pero al día de hoy al no tener un techo donde vivir nos vemos en la necesidad de vivir en la calle, sin trabajo (…) Nuestros hijos tienen el derecho de seguir estudiando y (tener) una vivienda digna. Por eso hoy le pedimos su ayuda y apoyo a nuestra situación”.

Seis días después, el 28 de enero, los vecinos desalojados recibieron una respuesta de Juan Manuel Llera Blanco, titular de la Red Federal de Servicio a la Ciudadanía de la Oficina de la Presidencia. En ella se anexa el documento en que se instruye a Ariel Cano Cuevas, director general de la Comisión Nacional de Vivienda, a que “se brinde la atención que el caso amerite, dando respuesta oportuna a la persona interesada”.

A pesar de la demora, hoy Lupita está más optimista, pues podría liberarse el crédito de 60 mil pesos para cada familia que un fideicomiso gubernamental otorgaría a manera de enganche para la adquisición de departamentos en la zona metropolitana del estado de México o bien al sur de la ciudad. Mientras tanto, eso sí, tendrán que seguir viviendo”a la buena de Dios”.

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