Ciudad de México, julio 26, 2024 19:06
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Las contingencias del fracaso

Las medidas públicas emergentes tendientes a bajar los índices de contaminación por ozono, hasta el momento, han fracasado y el enojo se transforma en desesperación así:

+ El costo político de la aplicación y endurecimiento de las mismas lo pagará el jefe de gobierno de la ciudad de México y su gabinete, Miguel Ángel Mancera que ve desplomarse su popularidad frente a la ciudadanía. Lo capitalizará, sin duda, el PRI que se prepara para recuperar la capital del país en el 2018. Al día de hoy sólo dos de cada diez ciudadanos aprueban las medidas.

+ Miguel Ángel Mancera no calculó o no se ha dado cuenta que lo clavaron desde Los Pinos para ser el chivo expiatorio de una medida federal, pues la famosa CAME es de carácter federal, y él, sólo él pagará los platos rotos.

+ La mayor irritación es de quienes compraron autos nuevos para librar el doble no circula aplicado el año pasado y que beneficio a diversas armadoras al registrarse incrementos en las ventas. Hoy el “plus” de las unidades nuevas se fue el suelo y deberán de dejar de circular dos días a la semana. Tan sólo hoy miércoles 6 de abril, 40 por ciento del parque vehicular privado no se moverá.

+ Las medidas paliativas para superar la sobre demandan del transporte público colectivo, como son metro y metro bus, no han funcionado y la sobresaturación se ha traducido en: mayores tiempos de espera, retraso en las llegadas a la escuela y al trabajo, aglomeraciones crecientes en andenes y pasillos, luchas libres y greco romanas por subir al convoy, pues de golpe y porrazo se sumaron 30 por ciento más de usuarios.

+ Los índices de contaminación lejos de bajar subieron hasta 156 IMECAS. Hoy cerca del 40 por ciento de las fábricas ubicadas en el área metropolitana deberán bajar sus emisiones, sino hasta pararán sus actividades, con el consecuente costo económico que ello implicará.

+ Los taxistas concesionados no se han solidarizado y mucho menos han bajado sus tarifas, por el contrario las aumentaron haciendo su agosto en tiempos de crisis ambiental.

+ Lo propio hicieron los conductores y asociados de Uber, la demanda los volvió ambiciosos.

+ Está visto y comprobado que la mala calidad del aire, debió a la radiación, una alta presión y alta temperatura, sólo se mejora con los vientos frescos del norte, que no llegaran más por la temporada primaveral, así el sacar y sacar autos de circulación también demuestra que no es la medida efectiva.

+ Los efectos dañinos a la salud por la contaminación actual afectará a mediano plazo a niños, mujeres y ancianos, fundamentalmente en vías respiratorias, aunque ya se reportan casos de conjuntivitis y lagrimeo constante. Según la Comisión Ambiental de la Megalópolis en un año 8no especificó cuál) se han registrado 22 mil muertes en la Ciudad de México asociadas a la contaminación' lo que representa un problema grave de salud.

Hoy todos pagamos el costo de medidas públicas erróneas. El problema data desde 1989 cuando se implementó el programa un Día sin auto para evitar lo que padecemos en la actualidad: que la contaminación nos mate. Desde Entonces se privilegió e uso del automóvil hasta llegar a reverenciar su compra como sinónimo de estatus social. Se construyeron dobles pisos, pero se restringió su circulación. Desde Manuel Camacho Solís, también con ínfulas de presidenciable, pasando por Marcelo Ebrard, otro que se creía escogido para la grande y el mismo Manuel López Obrador, todos apostaron por una infraestructura que sirviera al automóvil y n al ciudadano de a pie.

El único que no pensó en reverenciar al auto, como forma idónea y primordial de movilidad en la ciudad de México, fue Oscar Espinoza, quien incluso legó un plan maestro para el crecimiento del metro, mismo que fue desoído y desechado. Las grandes y modernas ciudades poseen un transporte público-colectivo que satisface las demandas de millones de usuarios, como lo son Londres, Nueva York, Tokio, Paris, entre otras.

El tan reverenciado automóvil es hoy en día un mal necesario. Y aunque sale ya más caro poseer uno que moverse en transporte público, todos aspiran a tener uno nuevo. Claro, dirán, es más cómodo pues mientras yo me muevo en él, sólo por supuesto, veo como se atiborran las estaciones del metrobus. Hoy en un auto se transportan a 1.2 personas por unidad, mientras que en el metro se mueven diariamente cinco millones de usuarios.

Es tiempo de demandar, no exigir, demandar a nuestras autoridades que además de solucionar la coyuntura, tengan un plan de mediano y largo plazo para dotar de movilidad a los millones de capitalinos, con un transporte suficiente, eficiente y seguro para sus traslados. Que se dejen de grillas y demagogias al anunciar con sus cartulinas rosadas –rosadas tenían que ser—que darán aventón en sus flamantes autos, que circulan todos los días, sin hacerlo.

También es tiempo que la ciudadanía haga lo propio y se maneje con más civilidad; que las autoridades regulen el tránsito de camiones de carga pesada y lo hagan por las noches; que las unidades recolectoras de basura, grúas, ambulancias, patrullas y demás vehículos oficiales estén bien verificadas; poner en orden al desastroso transporte terrestre concesionado (microbuses y camiones) que hace base en doble y triple fila y circula en total desorden; que además de quitar topes, los semáforos estén bien coordinados y se pueda agilizar el tráfico a velocidades constantes. En fin, que hay mucho por hacer y en todos nosotros está la solución.

Mucho se ha dicho sobre el tema, mucho más se habrá decir en estos y los próximos días.

Dice Fernando Savater: “como el poder siempre conlleva responsabilidades, debemos exigirles mucho a las personas que lo ejercen y tienen autoridad. Ya que, en democracia, les hemos concedido el poder de hacer cosas que no podemos hacer los demás. Por eso nos indigna cunado una persona que ocupa un puesto destacado actúa de manera nefasta, porque está abusando de nuestra confianza”.

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