Ciudad de México, diciembre 8, 2024 04:07
Opinión

Metamorfosis

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Hace un año que el virus incubó en nuestras vidas. Transformó la forma de acercarnos, de comunicarnos, de crecer y amar. La metamorfosis nos espera a cada uno según la generación en la que nos tocó crecer…

POR NANCY CASTRO

Qué rara andadura, recorrer la memoria para auspiciarse de las sensaciones resultado de un confinamiento, y recurrir a los lugares descubiertos dentro y fuera de la armadura corporal. Un año se ha cumplido de esos días en los que buscábamos en la ventana o el balcón, el rayo del sol como un acto divino, milagroso y disfrutábamos de aquel silencio perenne. Para muchos, supuso una actividad reflexiva, un poner pausa al ritmo frenético que la realidad y sus avatares nos ha impuesto desde los últimos años. Definitivamente a todos nos ha cambiado la vida.

Nos precede un tiempo de metamorfosis, triste para muchos, como la de Ovidio quien fue obligado por Augusto, por razones desconocidas, a abandonar Roma y vivir un confinamiento largo, ocho años en las costas del Mar Negro, Tomos, lugar donde murió consumido por la pena. Esa metamorfosis, profunda transformación vital, de la que habla en su exiliada obra Tristes. “Yo te encargo que les digas que entre esas metamorfosis se puede incluir el rostro de mi fortuna, pues ésta tornóse de pronto diferente de la anterior: deplorablemente hoy, en otro tiempo fue favorable” Sin duda ante esas circunstancias Ovidio sucumbió. “Como la nave podrida que es devorada por la invisible carcoma, como los acantilados socavados por el agua marina, como el hierro abandonado atacado por la mordaz herrumbre y como el libro archivado devorado por la polilla”.

Hace un año que el virus incubó en nuestras vidas. Transformó la forma de acercarnos, de comunicarnos, de crecer y amar. La metamorfosis nos espera a cada uno según la generación en la que nos tocó crecer: la que creció con los conciertos multitudinarios al aire libre, la que se enfrentó a la lucha del 68, la que nace ahora y crecerá con sus difuntos, sin merecer el dolor; menos el sufrimiento que supone la pérdida de una madre. Y sin embargo detrás del velo trágico, se percibe esperanza. Aprenderemos a vivir de nuevo, a expresarnos, desbloquear el miedo y parir un corazón. Como diría Silvio Rodríguez en su canción La era está pariendo un corazón “no puede más se muere de dolor, y hay que acudir corriendo pues se cae el porvenir”.

En su poema metamorfosis, libro I en el Mito de las Edades, Ovidio, plantea cuatro generaciones, en la primera llamada la edad de oro, nació cuando Saturno reinaba aún sobre los dioses, no existían las guerras y una primavera eterna se extendía sobre el mundo. Después vino una segunda generación, la de plata, tuvo que compartir el año con el incierto otoño. El ser humano se vio obligado a refugiarse en cuevas, comenzó a sembrar semillas y labrar la tierra con los bueyes. Apareció en tercer lugar la generación de bronce, más cruel que la anterior, ya con una cierta inclinación a las armas y a la violencia, pero aún no dotada de una mente criminal. Por último, se extendió sobre la tierra la generación del duro hierro. En ella desaparecieron la honradez, la verdad y la justicia, sustituidas por el engaño, la injusticia y la violencia. Ni el amigo pudo ya confiar en el amigo ni el hermano en el hermano, la guerra se hizo entonces dueña del universo.

Así como este libro recoge mitos mediante los cuales, Ovidio habla de la transformación sustancial del hombre a través de los tiempos, bautizando con nombres de metal cada generación ¿con qué metal, nos identificaría para hablar de esta generación que nos precede? Por aquello de la generación z quizá el zinc por sus propiedades de regenerar el tejido humano que estuvo expuesto a las heridas promueve la curación, (esperanza fehaciente del ser humano de sanar) la función cognitiva y disminución del riesgo de enfermedades por la edad (ojalá aprendamos a llegar a viejos).

Un día nuestra generación, esta que ha sobrevivido aparentemente al virus, será motivo de estudio. Hoy ante las sensaciones contradictorias que sugiere esta pandemia, sin embargo, con la afirmación de que todos los seres nacen y mueren, porque nacer y morir es sencillamente cambiar de forma. El total de los seres que componemos el mundo permanece en estado de metamorfosis.

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