Ciudad de México, julio 26, 2024 21:55
Arantxa Colchero Opinión

Fernando Colchero

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

Mi padre lograba curar las infecciones óseas incluso en pacientes que llevaban años con una calidad de vida muy disminuida. Se lo agradecían de mil maneras muy afectuosas, sobre todo cuando le cobraba poco o nada a quién no tenía recursos.

POR ARANTXA COLCHERO

Esa bata blanca, su compromiso con los demás, su permanente disposición y pasión por ayudar y curar al otro me fascinaba. Mi padre era ortopedista, muy afortunado de haber estudiado en el Palacio de la Escuela de Medicina en la plaza de Santo Domingo. No sólo vivía absorto en su carrera, el entorno lo enriqueció como estudiante. La ubicación de la escuela de medicina era perfecta para reunirse con amigos en cafés del centro para largas tertulias. Como refugiado español, que llegó a los 8 años a México, el sabor de lo español en sincronía con otras culturas de la historia de México, tanto en la arquitectura como en la comida, lo cautivaba. No necesitaba muchos recursos, tampoco los tenía y nunca los anheló, sus prioridades eran otras.

Además de su pasión por el quirófano, siempre con la idea de sanar al paciente, dedicó una buena parte de su vida a inventar opciones para mejorar el proceso curativo. El invento más sobresaliente fue su técnica para curar infecciones a la que le llamó “escarificación”. Esta técnica consistía en “rascar todo lo malo”, es decir, todas las partes infectadas hasta que quedara todo rojo, limpio de infección. Era un don muy particular, mi padre lograba curar las infecciones óseas incluso en pacientes que llevaban años con infección y con una calidad de vida muy disminuida. Se lo agradecían de mil maneras muy afectuosas, sobre todo cuando le cobraba poco o nada a quién no tenía recursos.

Lo más sorprendente de esta historia es su origen. De pequeño, su familia y él cruzaron la frontera española para llegar a Francia porque su padre, médico también, tuvo que huir del franquismo porque organizaba una parte de los servicios médicos de la república. En Marsella, donde se establecieron por algunos años, tuvo un accidente, se rompió la pierna y tuvo una infección ósea grave. Los médicos no veían otra opción que cortarle la pierna, pero su padre se opuso. Buscó a un amigo médico que usó una técnica para quitarle la infección y le salvó la pierna. Esa técnica, de alguna forma, se quedó en su memoria para más tarde usarla él mismo para curar a otros.

Mi padre trabajaba de sol a sol, tenía un taller en casa para probar sus inventos. Entre semana se levantaba muy temprano para llegar al hospital, despertar a todos sus pacientes abriéndoles ventanas y cortinas y ponerlos a caminar para su recuperación. Tenía un carácter fuerte y muy decidido, combinado con una sensibilidad muy peculiar, lloraba en las películas, y escuchaba y cantaba ópera y zarzuela.

Me dejó muchas cosas, su convicción de dedicarse a lo que más le apasionaba y buscar el cambio, su compromiso con el otro, su ética. Quizá lamento que dedicara tantas horas a lo suyo, con poco espacio para nosotros. Era un padre de la época, jugaba poco con sus hijos y podía ser un poco serio y estricto, aunque contaba muy buenos chistes que me hacían reír mucho y me invitaba a ver películas de Vitola, que sabía que me encantaba. Me dejó también el gusto por viajar y apreciar el arte en los museos y la historia del lugar.  

Pensé mucho en dedicarme a la medicina. Cuando se lo dije me llevó con amigos ortopedistas para que asistiera a algunas operaciones. El quirófano me parecía un lugar fascinante, lo mismo que el hospital, un espacio para ayudar al otro. Pero en esto siempre me ha parecido que hay una línea muy compleja en la que se debate el ego y la necesidad de ser reconocido/aplaudido con la genuina entrega, como en la película de Nazarín, de Buñuel. Muchos lo tenemos, aunque no fue por ello que, en lugar de medicina, estudié economía. Más adelante hice una combinación que me acercó a él, pero desde la perspectiva de salud pública como economista de la salud. Me hubiera gustado compartirle lo que he aprendido en la vida, a mi hijo y todo lo que me dejó, pero se fue más pronto de lo que esperaba.   

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