Salvan en la romería del mercado de Mixcoac la tradición de los ‘belenes’
Se recupera vendimia que parecía muerta con el coronavirus
Esta representación del nacimiento de Jesús con figuritas de barro o porcelana surgió en la misma zona de Mixcoac, traída por los franciscanos de la Península Ibérica poco después de la Conquista.
TEXTO Y FOTOS: FRANCISCO ORTIZ PARDO
“Será que resurgió la devoción a Dios por lo de la pandemia”, dice con tono de agradecimiento Olivia Martínez Aguilar mientras entrega a un cliente el conjunto de figuritas de barro que integran un pastor, un niño y un borrego, en su puesto de la romería del Mercado de Mixcoac. “Afortunadamente sí, la gente ha regresado este año”.
La vendedora ilustra así la salvación de una tradición, la de los “nacimientos” o “belenes”, que fue introducida a México –y a América– por los frailes franciscanos que llegaron justamente a Mixcoac, apenas dos años después de la conquista, en 1523.
La peste del coronavirus parecía haberle dado el tiro de gracia a la ancestral costumbre, cuando los locatarios no pudieron el año pasado instalar la romería en el exterior del mercado. Tuvieron entonces que guardar “la inversión”, como pudieron, en recovecos de sus casas o alquilando bodegas. Centenares de figuras de animalitos, pastores, ángeles y arcángeles, marchantes árabes, soldados romanos y campesinos mexicanos, leñadores y por supuesto los protagonistas del “Misterio”: María y José, los tres Reyes Magos y el Niño Jesús.
Así es como a las casi seis de la tarde del miércoles 8 de diciembre Doña Amelia Romero coloca todavía con paciencia sobre una tabla de triplay cada borreguito que rescató del encierro y que pensaba vender hace dos años. No hay quien le ayude, pues sus hijos trabajan en otra cosa. “Yo así me las arreglo, sola”, dice orgullosa. Hasta hace poco se trasladaba ella misma a ver a sus proveedores en Tlaquepaque, Jalisco, y Ciudad Nezahualcóyotl.
Aunque no esboza sonrisa alguna durante la charla (aún no ve una recuperación económica significativa cuando ya han pasado 13 días de la vendimia), parece animarla hablar de su historia. “Mi abuela fue pionera de este mercado, más bien del anterior, del de 1910”, cuenta mientras gira su cabeza para ver a su interlocutor, sin soltar el borreguito que acomoda junto a otro con la delicadeza de su mano diestra. “Yo venía desde que tenía cinco años; y mire, ya tengo 78”.
Desde que tomó a su cargo hace cinco décadas el local en el interior del mercado, donde vende frutas, al llegar cada temporada navideña sale a la calle Tiziano a vender las figuras de los nacimientos. Y así ha visto el esplendor de la tradición… y también su debacle.
Pero en esta romería, a diferencia de otros mercados de la alcaldía Benito Juárez, donde Santa Clós es el protagonista, los belenes son el centro de otras tradiciones muy mexicanas, como las canastitas para las colaciones, adornos navideños de pajita de trigo, piñatitas, coronas, escarchas, papirolas con formas de farolitos, campanas y estrellas, flores de cartón, tela o migajón y los pliegos de papel celofán para las envolturas de los regalos, además de los colgantes de vivos colores, hechos con papel aluminio.
En esos puestos hay figuras de diferentes tamaños, calidades y precios. Unas son de barro, otras de yeso o pasta y otras más… de plástico. “Es que estos se los llevan para que no los rompan los niños o las mascotas”, explica doña Amelia.
Olivia ha vuelto recientemente al negocio que abandonó de jovencita. Pasó por el casamiento y por los hijos “y ahora pues aquí estoy, otra vez”, sonríe. Con su madre, Lilia Aguilar, que fue fundadora del “nuevo” mercado de los años cincuenta, vendió antes arbolitos naturales de Navidad y luego heno y musgo para los nacimientos. “En el primer día de venta del musgo, mi mamá recuperaba la inversión; ya todo lo demás era ganancia”, recuerda. “Ahora ya se vende mucho menos”.
Sin embargo, la vendedora cuenta entusiasmada que la tradición de los nacimientos sobrevive y que este año se han recuperado las ventas. Por aquello, dice, del repunte de la fe religiosa por la tragedia del coronavirus. Una madre que va con su pequeño parece darle la razón, cuando sin chistar ni regatear, saca de su bolsa un billete de 500 pesos para pagar la decena de figuritas de barro que ha comprado y que le han sido envueltas en papel periódico, entre ellas el conjunto del pastorcito con niño y borreguito.