Ciudad de México, julio 26, 2024 18:15
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Un nuevo PRD

Para quienes nos identificamos con una ideología de izquierda, tenemos claro que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha sido hasta hoy el partido más importante en nuestro país: su nacimiento se da en un parteaguas de la historia política mexicana, las elecciones presidenciales de 1988.

Desde entonces, el PRD ha contribuido de forma importante en nuestra naciente democracia, con hechos difíciles de olvidar, como la elección en 1997 del primer gobierno de la Ciudad de México, con el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a la cabeza, acompañado de millones de personas que nos volcamos en esa fiesta democrática.

Igual de trascendente la primera interpelación en un informe presidencial por parte de Porfirio Muñoz Ledo en 1988, o la conducción del Congreso de la Unión, con Pablo Sandoval Ramírez, como Presidente de la Cámara de Diputados en 1998. Que escribir del triunfo de los primeros estados de la República gobernados por el PRD al final de los 90´s, con Andrés Manuel López Obrador como Presidente del partido, el más significativo en aquel entonces, el de Ricardo Monreal en 1998, ganando el gobierno de Zacatecas. Qué decir de la numerosa llegada de representantes populares al Congreso de la Unión en el 2000, y la enorme contribución del PRD para que el PRI dejara el poder ese año después de décadas de estar en lo que alguien llamó la dictadura perfecta.

Para inicios de este siglo, para el PRD era ya normal ganar elecciones estatales, municipios, congresos locales, y ser altamente competitivo en elecciones federales. Se gobernaba alternadamente a más de 20 millones de mexicanos. El PRD se presentaba como un partido real, maduro, y con una identidad claramente de izquierda, presentándose también como una opción eficaz para gobernar.

¿Qué fue lo que pasó después? ¿En donde se atoró el partido, perdiendo su identidad, sus convicciones, su principal bandera que era el combate a la corrupción, la moda de los nuevos ricos dentro de sus dirigentes? es difícil de documentar. Se podría escribir un libro y aun así no se tendría una sola conclusión; lo que sí es un hecho, es que en los últimos años el PRD se desdibujó ante la sociedad, y su resultado fue la salida de sus dos figuras más importantes, por cierto, sus dos únicos candidatos presidenciables: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, así como el distanciamiento de miles de sus militantes, y la gran decepción de millones de simpatizantes.

Aquellos triunfos se convirtieron en escándalos de corrupción y penosas derrotas. La siempre división en la izquierda se acentuaba y resquebrajaba a su principal partido. La normalidad ahora es perder el 85% de los gobiernos que se ganan, y ver como se disputan las corrientes las cuotas por ver quien tiene más votos para elegir esto o aquello, viéndose siempre al ombligo, cuidando únicamente la parcela del poder.

Se perdió la mística que identificaba y daba pasión al partido, y las convicciones fueron sustituidas por ambiciones personales. Para qué combatir la impunidad y la corrupción, si también se goza de ellas.

Por esta dura realidad, estoy seguro que lo mejor que le puede pasar al PRD es que llegue a su dirigencia nacional, a su presidencia, un personaje como Agustín Basave. Un ciudadano de a pie, académico, intelectual, reconocido ampliamente en al ámbito político. Para mí su principal ventaja es que precisamente llegue sin estar contagiado, de esta grave intoxicación de la que adolece el PRD en los últimos años. Más si le sumamos que es uno de los principales teóricos de la socialdemocracia en nuestro país, necesaria ante un agotamiento que se viene dando desde hace años del modelo neoliberal implementado en nuestra Nación, con desastrosos resultados en nuestra sociedad.

Ante su grave crisis de credibilidad, hay la oportunidad de un nuevo PRD, un partido ciudadano, que vuelva a su lucha por las causas sociales, al combate a la desigualdad, a la lucha contra corrupción y la impunidad, que recuerde que la razón por la que miles militamos en él, fue por sufrir las consecuencias de un partido de estado, que pensamos había llegado a su fin en el 2000, y que regresó en lo que algunos llamamos la restauración. Qué difícil ver el regreso del PRI, para los que somos producto de la década perdida, aquella de los 80´s, y que fuimos testigos también en los 90´s de crisis y asesinatos políticos. Cacicazgos como los de Guerrero, Oaxaca, y Chiapas, que vemos trágicamente resurgir de nuevo. Nuevamente crisis económicas, políticas y sociales en pleno siglo XXI.

Hace 5 años escribí en el libro “México a 100 años de su Revolución, visiones y proyecciones progresistas” editado por la Fundación Friedrich Ebert, un artículo titulado “La Nueva Revolución Democrática”. En el hice un recuento del relevo generacional, (de ideas más que de edades) que podría surgir en el PRD. También escribí de las ventajas de vivir en esta época de la era digital, con redes sociales, internet. Algo inimaginable apenas hace 15 años. Nuevas causas de nuestra generación como el medio ambiente, la responsabilidad social, la movilidad, la construcción de ciudadanía, así como la naciente transparencia y combate a la opacidad que se está dando de manera importante.

Las causas –llamémosle estructurales- son las mismas: educación, crecimiento, desarrollo, consolidación del Estado de Derecho. Abolir la miseria, combatir la desigualdad, exterminar la impunidad, abatir el hambre, erradicar la corrupción, darle esperanza a millones de mexicanas y mexicanos que deseamos un México justo y próspero. De ese es el tamaño del reto que tiene el Dr. Agustín Basave. Gobiernos honestos que sean ratificados por sus resultados, una comunicación que sea real y políticas públicas que sean eficientes y eficaces. Lograr que el PRD vuelva a su origen y su identidad, resurgir en ese instrumento de la sociedad y no seguir siendo fin en sí mismo. Parafraseando el título de un libro que hace algún tiempo me regaló el ahora Presidente del PRD, soñar no cuesta nada.

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