Ciudad de México, abril 26, 2024 02:49
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Jóvenes desplazados

La mañana del 5 de septiembre desde la cuenta de la red social Twitter donde escribe el presidente de EEUU surgió el mensaje: Congress, get ready to do your job – DACA! (Congreso, prepárate para hacer tu trabajo!).

Horas más tarde, el fiscal general de dicha nación, Jeff Sessions, anunció que pondrían fin a la Consideración de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, DACA. El programa brinda a más de 800 mil inmigrantes indocumentados (de los cuales se calcula que más de 600 mil proceden de México), que ingresaron a ese país antes de cumplir 16 años, la posibilidad de estudiar, trabajar, tener una licencia de manejo, obtener una tarjeta de crédito, entre otras cosas.

Casi que en cascada llegaron las reacciones en contra de dicha decisión de gobierno. Desde el expresidente estadounidense, Barack Obama, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, e incluso la plataforma de música vía streaming, Spotify, generó una lista de reproducción bajo el nombre de No moment for silence.

La vigencia mediática de la circunstancia de relativa incertidumbre que viven los conocidos como dreamers recién comienza. Será un camino largo. El congreso de nuestro principal socio comercial tendrá que validar en un lapso que no exceda los seis meses el inicio de las deportaciones. Es decir, es la única instancia que podría vetar la determinación y optar por dos alternativas: avanzar hacia una nueva regulación o mantener las cosas tal cual están.

Pase lo que pase, y con independencia de bordar en adjetivos la medida, debemos resaltar que dicha herramienta migratoria concebida durante la presidencia de Barack Obama no era sinónimo obtener “residencia”. Consistía en un impasse, una suerte de amparo mediante el cual, entre otras cosas, esos hoy defendidos jóvenes generan riqueza producto de laborar al interior de determinada empresa, pagan impuestos, ponen todos los días a disposición talento y creatividad dentro de cadenas globales de valor. En suma colaboran en el entramado económico.

Encomiable sin duda la voluntad de vida que muestran a cada paso los cientos de miles de connacionales que, no obstante las manifiestas prácticas discriminatorias insertas en la cultura estadounidense, encarnan historias de cómo se puede crecer en comunidad.

Por ejemplo, la michoacana Sarahí Espinoza, quien a los 27 años fue incluida por la revista Forbes como una de las 30 personas menores de 30 años más influyentes de la industria educativa. ¿El motivo? Desarrolló la app “DREAMer’s Roadmap” mediante la cual ayuda a estudiantes indocumentados a encontrar la manera de acceder a estudios universitarios. Cabe recordar que, no obstante puedan tener las mejores calificaciones, sin papeles “en regla” es imposible cursar estudios superiores.

Las instituciones mexicanas y todos quienes las integran no pueden ser omisos ante la circunstancia descrita y vivida todos los días en EEUU. Frente a nosotros se sitúa otro ejemplo del agotamiento del sistema político económico actual. Como país es inadmisible funcionar bajo la idea de un supuesto progreso gradual e inevitable producto de seguir los designios de otras naciones o de instituciones crediticias globales.

Colocarnos en situación de dependencia económica con relación al país que hoy intenta expulsar a jóvenes migrantes, desplazarlos por segunda ocasión, es irreal a nivel del desarrollo del ser humano. Las nóveles generaciones, tanto las que permanecen en el territorio nacional, como las que podrían regresar, tienen riqueza y capacidad transformadora invaluable, es tiempo de aprovecharla.

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